6.3.11

Una construcción rural de la ficción

Los habitantes más ancianos de Logrosán, en Cáceres, son capaces de recordar todavía con una sonrisa nostálgica historias como la de aquella noche de verano. Corrían entonces los años 50, cuando una voz de alarma recorrió todas las calles alertando de un suceso extraordinario que estaba teniendo lugar en la sierra y que podía verse desde la cancha de fútbol. Allí se reunieron aquella noche la mayoría de los vecinos, quienes miraban hacia arriba sin saber muy bien qué estaba pasando exactamente, hacia unas luces misteriosas que se movían y a la vez descendían hacia el pueblo. Entre risas y nervios los habitantes más informados aseguraban que aquellas luces no podían ser otra cosa que extraterrestres que bajaban a la tierra. Los ciudadanos permanecieron allí hasta que, horas después, dos populares vecinos del pueblo aparecieron en la cancha con dos linternas en las manos y con las ropas destartaladas y sucias, relatando que habían subido a la sierra de San Cristóbal, que corona el pueblo, y se les había hecho de noche.

Más allá de la anécdota, el suceso sirvió como sustituto con que rellenar lo que actualmente consideramos una carencia cuando miramos hacia el pasado. Me refiero a los momentos de ocio comunitario proporcionados por medios como la televisión o el cine. A falta de esos elementos capaces de hacer compartir las mismas experiencias a una comunidad, el pueblo de Logrosán encontró aquella noche una excusa ideal en aquella sierra para, no sólo forjar un nexo de unión entre sus ciudadanos, sino también para descubrir sobre San Cristóbal un pedazo grande de ilusión y novedad; para proyectar sobre ella, en definitiva, su propia ficción

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