En efecto, la propuesta de Braid es la consecución de unos objetivos para superar una especie de redención a través ejercer de toda clase de manipulaciones en el tiempo. Decía en el anterior post que, para alcanzar esos objetivos, no existe limitación temporal. Nada de cronómetros corriendo en contra, lo que lo convierte en un juego infinito si el jugador no es lo suficientemente hábil como para llegar hasta las piezas de puzzle que cada nivel requiere y, como precisamente Braid no es un juego sencillo, en ocasiones se convierte en todo un reto a la paciencia. Es cierto que este hecho no supone nada novedoso ni revolucionario, y que la mayoría de juegos arcade funcionan de la misma manera. Pero también es cierto que Braid es capaz de llevar la fórmula casi hasta el tedio, en un ejercicio suicida de estiramiento de los límites temporales y de manipulación de la paciencia del jugador. Un hecho paradójico y redondo en un videojuego cuyo principal protagonista es, precisamente, el tiempo.
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