Hace cosa de un mes, durante una clase en la facultad de Periodismo de la Universidad del País Vasco, salió el tema de Vigalondo y su salida forzada de El País, y la profesora que impartía una materia de cuarto curso en ese momento quiso posicionarse respecto al tema. Su veredicto fue declarar culpable al director cántabro y situarse a favor de aquellos que consideraron su comentario sobre el holocausto como una provocación intolerable y absolutamente irrespetuosa.
Hace dos semanas, Álvaro Bohórquez entrevistó a Jose A. Pérez, autor del sensacional blog Mi mesa cojea y responsable de programas como Ciudad K o en la actualidad Escépticos, quien, preguntado precisamente por esta última producción, respondió que no había tenido problemas con la UPV/EHU a la hora de realizar contenidos salvo en el caso de la facultad de periodismo, donde sí se había encontrado con el impedimento por parte de ésta de grabar (las razones no están explicadas).
Resulta que Nacho Vigalondo estudió Comunicación en la UPV/EHU, aunque no terminó la carrera; y José A. Pérez es licenciado en Publicidad por la misma universidad.
Algo falla si, desde dentro de las universidades (teóricamente centros de formación y creación de profesionales) se cuestiona, critica, dificulta o directamente se ataca en público el trabajo de quienes han salido de su seno y, de una manera o de otra, han conseguido importantes reconocimientos a su labor. Bien cierto es aquello de que nadie es profeta en su tierra, pero actos así hacen recordar, a otra escala, catástrofes sociales como las fugas de cerebros que suceden cuando no se preparan a tiempo los medios necesarios para el progreso. Aunque en este caso las consecuencias no son tan graves, sí que resulta triste comprobar que suceden cosas así, respaldadas además por justificaciones peregrinas o difíciles de entender. Más evidente aún parece la torpeza de una facultad que, lejos de aprovechar la oportunidad para lograr una publicidad magnífica a través de quienes han conseguido que su mensaje llegue lejos, bombardean su propio tejado sin saber que el prestigio se obtiene, sobre todo, logrando que su imagen pública sea fuerte y positiva.
Hace dos semanas, Álvaro Bohórquez entrevistó a Jose A. Pérez, autor del sensacional blog Mi mesa cojea y responsable de programas como Ciudad K o en la actualidad Escépticos, quien, preguntado precisamente por esta última producción, respondió que no había tenido problemas con la UPV/EHU a la hora de realizar contenidos salvo en el caso de la facultad de periodismo, donde sí se había encontrado con el impedimento por parte de ésta de grabar (las razones no están explicadas).
Resulta que Nacho Vigalondo estudió Comunicación en la UPV/EHU, aunque no terminó la carrera; y José A. Pérez es licenciado en Publicidad por la misma universidad.
Algo falla si, desde dentro de las universidades (teóricamente centros de formación y creación de profesionales) se cuestiona, critica, dificulta o directamente se ataca en público el trabajo de quienes han salido de su seno y, de una manera o de otra, han conseguido importantes reconocimientos a su labor. Bien cierto es aquello de que nadie es profeta en su tierra, pero actos así hacen recordar, a otra escala, catástrofes sociales como las fugas de cerebros que suceden cuando no se preparan a tiempo los medios necesarios para el progreso. Aunque en este caso las consecuencias no son tan graves, sí que resulta triste comprobar que suceden cosas así, respaldadas además por justificaciones peregrinas o difíciles de entender. Más evidente aún parece la torpeza de una facultad que, lejos de aprovechar la oportunidad para lograr una publicidad magnífica a través de quienes han conseguido que su mensaje llegue lejos, bombardean su propio tejado sin saber que el prestigio se obtiene, sobre todo, logrando que su imagen pública sea fuerte y positiva.
0 comentarios:
Publicar un comentario